- Tres jóvenes literatos hablan sobre la influencia del autor "Los Inocentes", en la formación de su vocación artística. El narrador arequipeño falleció ayer debido a un infarto.
Oswaldo Reynoso estaba muy ocupado en vivir como para pensar en la muerte. El fin de semana pasado llamó por teléfono desde Lima al escritor Orlando Mazeyra, uno de sus amigos más cercanos en Arequipa, para contarle que había terminado su nuevo libro llamado “Capricho en azul”. “Estaba muy feliz por esta obra. Me dijo que ya le había mandado el borrador a su editor por correo y estaba planeando un viaje a Arequipa para ver todos los detalles”, recuerda ahora Mazeyra que se ha enterado que Reynoso ha fallecido de un infarto la madrugada del martes.
Pese a sus 85 años, Reynoso era un autor que no descansaba en sus labores literarias. Luego de haber inspirado a tantas generaciones de jóvenes escritores con libros como “Los inocentes” y “En octubre no hay milagros”, seguía predicando con el ejemplo: leía apasionadamente y escribía con la misma rabia que en su juventud. Pero sobretodo, Reynoso no dejaba de vivir intensamente. Viajaba por todo el país para participar en presentaciones de libros, congresos y ferias. Luego, se reunía en cantinas y huariques para escuchar la voz de la calle. Vivir fue la manera que encontró este escritor, nacido en Arequipa en 1931, para seguir aprendiendo y enseñando.
“Tenía una vitalidad increíble. Le encantaba la buena vida, el trago y la comida, pero nunca descuidaba su trabajo y era muy exigente con sus creaciones. Por eso era un ejemplo a seguir para cualquier escritor”, dice Mazeyra, quien desde que conoció a Reynoso en 2004 no dejó de pedirle su opinión sobre los cuentos que comenzaba a escribir.
MAESTRO DE LA PALABRA
Para el escritor y docente de la Universidad San Martín de Porres Dennis Arias corregir un libro de Reynoso fue como hacer otra maestría. En 2012, luego de culminar sus estudios de posgrado en España, le encargaron a Arias revisar los textos de “En busca de la sonrisa encontrada”, un conjunto de relatos que retrataban diversos parajes del Perú. Durante esos meses tuvo una comunicación fluida vía correo electrónico con el reconocido autor, quien le inculcó la importancia de que el lenguaje siempre transmitiera naturalidad.
“Reynoso estaba convencido de que la palabra tenía que comunicar el habla de las personas. En las correcciones de estilo que hacía me pedía que tomara en cuenta esa premisa”, recuerda Arias, quien en esa época también estaba preparando su primer libro de cuentos.
Luego de esas lecciones imprevistas, el novel autor también comenzó a corregir sus ficciones y le insertó el vigor, rebeldía y compromiso social que Reynoso siempre predicó en su literatura. “Mis cuentos eran muy fantásticos y no había un nexo con el entorno. Después de hablar con Reynoso, me di cuenta que no podía renunciar a mis recuerdos al momento de escribir”, dice Arias, quien en 2013 publicó “Ciudad lineal”, en donde recopiló las nuevas versiones de sus historias. Esos cuentos, sin renunciar a su esencia mágica, ahora ponían un pie en la realidad.
PRINCIPIOS ESTÉTICOS
Ruhuan Huarca, poeta y director de la Editorial Aletheya, tiene entre sus manos el último libro que escribió Reynoso antes de morir. El borrador de “Capricho en azul” le llegó la semana pasada por correo y es una continuación de “Arequipa lámpara incandescente” (editorial Aletheya, 2014), en donde Reynoso rememoraba algunos de sus vivencias más importantes en su ciudad natal.
En este nuevo libro el autor también reflexiona sobre el proceso de creación literaria a partir de sus vivencias en Lima y otras regiones del país. El texto empieza con un epígrafe de Karl Marx que habla de cómo el escritor debe ganar dinero para vivir y escribir “pero en ningún caso vivir y escribir para ganar dinero”. Para Huarca este último libro mantiene los principios estéticos y discursivos que defendió a lo largo de su carrera.
“Reynoso siempre estuvo convencido en que el manejo artístico de la palabra era el camino para promover la lectura en los más jóvenes. Esa fue la principal lección que me dejó. Por eso sus libros, aunque no eran publicados en grandes editoriales, fascinaron a miles de lectores”, cuenta Huarca.
El joven editor fue testigo de la gran capacidad de convocatoria que tenía Reynoso. Entre 2012 y 2014, cuando dirigía un proyecto de promoción de lectura en Cayma, invitó al novelista a dar charlas en colegios. En pocos minutos, los escolares quedaban fascinados con las historias de este octogenario con espíritu de adolescente. Según Huarca, el maestro también aprendía en cada una de esas presentaciones. Y es que en el rostro de cada uno de estos jóvenes Reynoso también buscaba encontrar la esencia del país que tanto amó.
0 comentarios:
Publicar un comentario