Historia que sobrevive: los rastros de la batalla de Uchumayo en riesgo de desparecer

jueves, 4 de febrero de 2016

- En los cerros del distrito de Uchumayo aún resisten las trincheras donde pelearon las tropas del general Felipe Santiago Salaverry durante la guerra contra la Confederación Peruano - Boliviana. Esta zona declarada Patrimonio Cultural de la Nación está en peligro de ser invadida por la falta de resguardo de las autoridades. 


En un par de minutos la plaza de Armas del distrito de Uchumayo se convierte en un improvisado salón de clases. El explorador César Pérez Zúñiga, quien se ha pasado los últimos treinta años recorriendo los campos de batalla en el sur del país, instala sobre el piso de piedra una pequeña muestra de objetos militares utilizados durante la guerra en contra de la Confederación peruano – boliviana.  

Esta mañana de febrero César Pérez, un ex ,policía que  dirige un museo militar itinerante,  enseña a los curiosos que pasean por la plazuela principal de la villa su colección de rifles, sables y bayonetas que rescató de las arenas del cerro Trinchera, escenario de la Batalla de Uchumayo. En ese combate las tropas peruanas del general Felipe Santiago Salaverry salieron victoriosas un 4 de febrero de 1836 como hoy. 

Mientras muestra sus hallazgos, César Pérez se pone a hablar de la valentía del general Salaverry quien se enfrentó hace 180 años a las fuerzas del general Andrés de Santa Cruz para evitar que prosperara el proyecto de fusionar a Perú y Bolivia en una sola nación.  

“Salaverry fue un líder astuto que sabía ganarse el respeto de sus tropas y por eso resistió desde los cerros de Uchumayo los embates del ejército boliviano”, cuenta Pérez ante su
improvisado auditorio conformado por jardineros y vigilantes del municipio. 

Salaverry también fue un joven militar que con solo 29 años ostentó el puesto de Jefe Supremo de la República del Perú luego de que se levantara en 1835 contra el presidente Luis José Orbegoso que pretendía establecer la confederación.  A fines de ese año, Salaverry se dirigió a Arequipa y se resguardó con sus tropas en las trincheras de piedra que instalaron en los cerros de Uchumayo. Desde esa base elevada, el ejército peruano repelió a la infantería boliviana. 

Aunque unos días después Salaverry  cayó derrotado en Socabaya y fue fusilado en la plaza de Armas de Arequipa, el cerro Trinchera y la Batalla de Uchumayo siguen siendo un símbolo de un episodio histórico de la época republicana. 

TRINCHERAS EN PELIGRO

Pese a ello, las trincheras que le dieron la victoria a Salaverry, ubicadas a solo un par de kilómetros  de la plaza principal del distrito, actualmente se encuentran en peligro de desaparecer debido a las invasiones. A una decena de metros de los muros de piedra se pueden apreciar casas y terrenos de cultivo. Además, la parte baja del cerro se encuentra en litigio con un posesionario a pesar de que el área cuenta con la declaratoria del Ministerio de Cultura como Patrimonio de la Nación.   

En algunos tramos las construcciones militares superan los 160 centímetros pero en otros, las piedras puntiagudas han sido derribadas por intrusos.   En los alrededores no hay ningún cerco protector ni carteles que den cuenta de la importancia histórica del lugar. 

Sin embargo, el mayor daño se perpetró cinco años atrás, cuando un empresario suizo instaló cultivos frutales en la explanada en donde se acantonaron las tropas de Salaverry.  Durante la colocación de los pozos de riego, se barrió con gran parte de los objetos militares que permanecían en la zona.  

César Pérez, mientras sube por el cerro Trinchera, lamenta estas pérdidas. Hace veinte años, con la ayuda de un detector de metales, encontró - además de los rifles Minié y los sables de acero con empuñadura de bronce - botones con grabados, hebillas y correas. Incluso, antes de las invasiones, rescató monedas de plata de la época de ambos ejércitos. En una moneda boliviana de 1830 se puede leer la inscripción “Libre por la constitución”. En otra moneda, esta vez acuñada en Arequipa, dice “Libre y feliz por la unión”.  Difícilmente, podrán encontrarse otras piezas similares en este campo de batalla. Poco a poco, la historia ha empezado a borrarse en el cerro Trinchera. 


La hambruna golpea a los alpaqueros

lunes, 1 de febrero de 2016

- Debido a la escasez de lluvias generada por el fenómeno El Niño la mortandad de la población de alpacas ya llegó al 5% en la provincia de Caylloma




 Las quince crías de alpaca que han nacido esta semana en la estancia de Esther Condo están condenadas a morir. El pasto en su terreno, ubicado en el sector de Hanansaya 3 del distrito de Callalli (provincia de Caylloma), ha desaparecido y en los alrededores los bofedales también se están secando debido a la ausencia de lluvias. A más de 3.800 m.s.n.m., el Fenómeno El Niño también está haciendo de las suyas. La falta de alimento durante estos primeros meses del año está provocando que los animales más débiles se enfermen y que las hembras preñadas empiecen a abortar. El mes pasado Esther ya perdió cinco alpacas recién nacidas, que no soportaron el hambre. Para recuperar algo de su inversión tuvo que mal baratear el cuero a S/.30 y salar la carne para hacer un poco de charqui para su familia. “Aún no sé qué hacer con las cabezas, tal vez me las guarde para preparar un caldito”, dice mientras enseña a la cámara fotográfica los restos de su reciente desgracia.

Esta mañana de jueves también la comida escasea y por eso se ha armado una competencia dentro del rebaño de Esther por la leche materna. Los machos más fuertes, alpacas mayores de 1 año, le roban la teta a las crías y los dejan sin alimentos. Uno de los bebés que ha intentado de succionar el pezón de su madre está temblando en el suelo. Este es el primer síntoma de la neumonía. En unos 20 días, este animal de piernas cortas y pelaje fino morirá si no recibe medicamentos ni mejora su dieta.


Si las lluvias no se regularizan en la provincia en lo que resta del mes, el rebaño de 130 animales de la familia Condo, al igual que la población de 456 mil alpacas desperdigadas en Tisco, Callalli, Tapay, San Antonio de Chuca, Yanque y Caylloma, tienen un futuro incierto. Roberto Neyra, director de la Agencia Agraria Caylloma informa que la mortandad de crías ya ha llegado al 5%, pese a que el valor máximo de muertes durante el primer trimestre solo debe alcanzar el 2%. “Hasta el momento ya se han reportado más de 4.000 abortos. Si para marzo no se presentan lluvias normales la mortandad superará el 35% de la población total”, explica el funcionario.

Para los especialistas de la Gerencia Regional de Agricultura la situación será más crítica durante los meses de invierno ya que las heladas destruirán las escasas reservas de pastos que se ubican por encima de los 4.000 m.s.n.m. A esa altura sí se están registrando lluvias esporádicas aunque no son los suficientemente potentes para mantener vivos los humedales que alimentan a los manantiales y ojos de agua debajo de las laderas.

Por esta razón, el presidente de la Federación Regional de Alpaqueros de Arequipa, Fredy Quispe, advierte que se ha empezado a sacrificar a los animales para que las reservas de alimento alcancen durante los meses más fríos. “Las sacas forzadas ya han llegado al 8% durante el mes pasado. Si no llueve hasta fines de marzo se tendrá que sacrificar mínimo al 40% de la población total”, informa el dirigente.



En Caylloma al menos son 5.000 familias de alpaqueros que se verán obligados a beneficiar a sus animales. En la puerta del camal del anexo de Chichas, ubicado a pocos metros de la represa Condoroma, encontramos a Donato Checa, un alpaquero de 65 años que dentro de unos minutos degollará a treinta de sus animales antes de que el precio de su carne se devalúe más. Debido a que en la mayoría de estancias se está vendiendo carne de alpaca, su precio ha caído a S/ 6,50 el kilo, cuando debería valer al menos S/ 7,50. “A lo mucho sacaré S/ 3.000. ¿Mire si eso es justo por el trabajo de todo un año de crianza?”, cuenta Donato, cuyas alpacas están inquietas ahora que la puerta del camal se empieza a abrir.

Algunos animales se empujan y comienzan a correr en círculos. Sin embargo, luego de unos minutos, sin necesidad de ser arreados con el chicote, empiezan a entrar tranquilos al matadero. Tal vez estos animales se han dado cuenta de que es preferible morir de un rápido corte en la garganta que agonizar debido a la hambruna que se avecina.