Desentrañando las causas de la muerte en el Instituto de Medicina Legal*

viernes, 29 de noviembre de 2013

-      -     Durante una tarde  de trabajo acompañamos a los médicos, biólogos  y antropólogos  forenses del Instituto de  Medicina Legal en Arequipa. Participamos de una necropsia y visitamos los laboratorios donde se identifica a los cadáveres  NN. Hasta junio del 2013, el 32% de los cadáveres que ingresaron a la morgue tuvieron como causa de muerte un accidente.


(Foto: Julio Angulo Delgado/El Comercio)

No mide ni siquiera medio metro pero su pequeño cuerpo ya ha experimentado los dolores de una trágica muerte. Sobre la fría mesa de metal de la morgue un bebé de solo 20 días de nacido yace inerte a la espera de que un médico forense empiece con la necropsia que determinará las causas de su fatal deceso.  La mañana anterior este pequeño fue hallado en una humilde vivienda en el anexo de San Isidro en  La Joya. Ahora, 24 horas después, ha sido trasladado a uno de los ambientes del Instituto de Medicina Legal (IML) de Arequipa por orden de la Fiscalía para descartar un asesinato.

“Es común encontrar casos de asfixia por sofocación ya sea porque al momento de dar de lactar la madre presiona inadecuadamente al bebé o porque se atraganta con la leche. A veces también los aplastan cuando se duermen a su lado”, explica Sandra Apaza  Tosocahua, médico jefe del IML en la región. 

Según las estadísticas de la IML - Arequipa hasta junio de este año, de los 314 cadáveres que ingresaron a la morgue, 101 murieron accidentalmente: 15 por asfixia por sofocación y 9 por sumersión. Además, 16 de los cadáveres analizados fueron víctimas de homicidio; 6 murieron por asfixia.

Bajo la supervisión de la doctora Apaza, la necropsia empieza. El técnico hace un primer corte en la nuca del bebé para retirar los sesos del interior del cráneo.  Una vez en la mesa, se observa que estos tejidos se encuentran impregnados de una sustancia amarillenta: probablemente se trate de bilirrubina.

INCOMPATIBILIDAD DE SANGRE

La bilirrubina es un pigmento biliar de color amarillo. Se forma dentro del cuerpo cuando los glóbulos rojos mueren rápidamente. Al ver este detalle, la doctora Apaza señala que tal vez el niño  murió por un cuadro de ictericia patológica, un aumento de la bilirrubina en la sangre que daña los órganos internos, principalmente el cerebro. Esto se produce por el intercambio de sangre entre madre e hijo en el parto. La incompatibilidad entre el tipo sanguíneo del recién nacido y su progenitora es la causa de este mal.

Los siguientes cortes con el bisturí se realizan en el tórax y el abdomen. El técnico retira los órganos internos: corazón, estómago, hígado e intestinos. Una vez fuera, realiza pequeños cortes para identificar hemorragias internas,  pero no encuentra ningún signo de violencia. Tampoco hay moretones en la piel que den indicios de que hubo golpes o estrangulamiento.

 “El exceso de bilirrubina se soluciona introduciendo al recién nacido en una incubadora e irradiándolo con luz ultravioleta. Es probable que el desconocimiento de la madre no permitiera que se tratara a tiempo al bebé. Además, al ser una familia pobre que vivía en una zona rural en donde no tenía servicios de salud cercanos. Pero por más indicios, es siempre necesario descartar algún posible infanticidio”, explica Apaza.

Antes de introducir los órganos dentro del cuerpo y coserlo, se sacan muestras de sangre y tejido para analizarlas en el laboratorio de toxicología y patología y así comprobar las hipótesis de la doctora.  Días después, se sabrá que la muerte de este bebé engrosará las estadísticas de decesos naturales de este 2013 que hasta junio pasado llegaban a 141. 

IDENTIFICACIÓN DE PERSONAS
La muerte también se respira en la oficina de antropología forense del IML. Ahí se guardan los restos óseos de las personas sin identificar (los NN) encontrados en zona de construcción, cuyo olor se esparce por toda la habitación en donde el antropólogo Julio Chuquimia Velásquez y sus colegas trabajan. Ellos determinan el sexo, edad y perfil biológico de los esqueletos estudiando las dentaduras y la profundidad del paladar para, en algún momento, ubicar a familiares y darle nombres y apellidos a estos huesos.  

Metros más allá de las cajas con huesos se encuentra una refrigeradora que almacena dedos de cadáveres NN. En promedio llegan 7 al mes a la morgue. “Los dedos en estado de descomposición son introducidos en una solución de glicerina con alcohol para rehabilitar los tejidos y así poder buscar las huellas digitales en el sistema AFIS, un escáner que está conectado con la base de datos de la Reniec”, explica Chuquimia.

El antropólogo Abdón Alméstar informa que hace 18 meses, cuando recién fue instalado el AFIS en Arequipa, las búsquedas demoraban hasta un mes. Sin embargo, desde hace tres meses, mejoras en el sistema han permitido que en solo 5 minutos, se pueda identificar a los cadáveres.

Actualmente, el 90% de los cadáveres NN son identificados, disminuyendo así la cantidad de cuerpos que son almacenados en la oficina de antropología forense. Estos restos humanos anónimos, si es que los análisis óseos o de ADN no dan pistas sobre su origen,  van a parar finalmente a la fosa común para convertirse en polvo, nada más que polvo.

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*Una versión de este texto fue publicada el 27 de julio del 2013 en la edición regional de El Comercio Arequipa.



Los hombres que acompañaron al papa Juan Pablo II en su visita a Arequipa*

-        -   Un filósofo recibió un rosario de las manos del Santo Padre, un sacerdote jesuita estuvo a cargo del traslado en helicóptero de la Virgen de Chapi y un periodista firmó miles de invitaciones a mano para resguardar la seguridad en el campo papal.

La noche previa a la llegada del papa Juan Pablo II a Arequipa, Manuel Zevallos Vera no podía dormir. El nerviosismo que le producía tener que estar cerca al santo padre la mañana siguiente no dejaba tranquilo a este filósofo y educador arequipeño.  En ese entonces, Zevallos Vera era el rector de la Universidad Nacional de San Agustín (Unsa), en cuyo campus se erigió el campo papal esa mañana del 2 de febrero de 1985. Ahí, en esos descampados terrenos ubicados al lado de la avenida Venezuela, Juan Pablo II beatificó a Sor Ana de los Ángeles y coronó a la milagrosa Virgen de Chapi frente a casi 300 mil asistentes.

La comisión organizadora de la llegada del papa, presidida por el arzobispo de Arequipa, Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, eligió esos terrenos en donde hoy se encuentra el área de sociales de la Unsa, debido a que tenían la amplitud necesaria para recibir a esa enorme cantidad de público. Como una deferencia por permitirles utilizar ese espacio, los organizadores invitaron  a Zevallos Vera a ser uno de los 10 comisionados que subirían al estrado para entregarle una ofrenda a su Santidad.

Por esas fechas, el filósofo era también el presidente de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR), así que decidió que le entregaría un mensaje a nombre de la universidad peruana para llamar a la reflexión en una época en que el Perú y otros países del mundo se sumían en medio de la violencia.

Cuando llegó el momento de subir al estrado, Zevallos Vera fue acompañado por su vicerrector, Alejandro Málaga Medina y la rectora de la Unife, Luz María Álvarez Calderón. Se acercó al papa, le entregó un tubo que contenía un bello pergamino y le dijo: “Amadísimo maestro, a nombre de la universidad peruana le entrego este mensaje de amor y justicia por la humanidad y los pobres del mundo”. El Papa recibió la ofrenda agradecido y mientras le entregaba un rosario, le dijo: “Manuel, he hecho una bendición para ti y tu familia. Te doy este recuerdo para que reces con ellos”.

Aunque la emoción desbordaba el cuerpo del filósofo en esos momentos, solo optó por hacerle una venia y besarle la mano a Karol Wojtyla. Hoy Manuel Zevallos Vera, quien a sus 94 años sigue laborando en una universidad privada en Lima, todavía conserva ese obsequio del Papa. Hace poco rezó con él cuando su esposa  Celinda cumplió los 90 años. “También en la misa por nuestros 65 años de casados usamos el rosario”, dice. Cuando cumpla 100 años, Manuel espera que pueda rezar con el santo rosario en la mano.

IDA Y VUELTA EN HELICÓPTERO

A las siete de la mañana del día en que el Papa visitó Arequipa, el padre jesuita Jorge Beneito Mora ya se encontraba en el Ala Aérea N° 3 de la FAP, ubicada en Cerro Colorado, listo para partir en un helicóptero hacia el santuario de Polobaya para traer la imagen de la Virgen de Chapi a la ciudad.  Beneito, un sacerdote español que hace solo un mes había retornado de Chicago, fue comisionado por el arzobispo Vargas a cumplir con esta tarea logística debido a que en 1983 participó del primer traslado que se hizo de la virgen hacia Arequipa para aplacar la terrible sequía que asolaba a la región.

 “La primera vez que la trajimos en camioneta hubo mucha resistencia de parte de los pobladores del lugar. Pensaban que no iba a retornar nunca más. En esta segunda ocasión no hubo nada de eso gracias al resguardo policial. Luego de 20 minutos de vuelo, aterrizamos en la explanada del santuario. Sacamos la imagen de la antigua iglesia en una pequeña procesión y la subimos al helicóptero para llevarla al campo papal”, cuenta Beneito ahora de 71 años.

La nave  aterrizó en un terreno descampado del campus de la Unsa, en donde hoy se erige el estadio Ho Chi Min, en el área de ingenierías. Desde ese pampón, se llevó en procesión a la santa imagen, cruzando la avenida Venezuela, hacia el campo papal para que sea coronada.

Durante la ceremonia, el padre Beneito estuvo muy ocupado así que no tuvo oportunidad de acercarse a Juan Pablo II. Pero recuerda que le avisó a los agentes de seguridad de El Vaticano que tomaran sus previsiones para sacar al Papa del recinto rápido, ya que, debido a la gran devoción mariana que existe en la ciudad, si se demoraba quedaría atrapado en el mar de gente que querría acompañar a la Virgen de vuelta al pampón.

Terminada la ceremonia, el Papa fue sacado de inmediato del lugar. Mientras tanto, miles de fieles empezaron a avanzar en procesión al lado de la recién coronada Virgen de Chapi. Una vez en el pampón, Beneito, junto con los oficiales de la FAP, subieron de nuevo la imagen al helicóptero y partieron de vuelta hacia Polobaya. En los momentos en que la nave aterrizaba de nuevo en el santuario sin ningún problema, el padre Beneito recién supo que había cumplido con la misión que le encomendaron.    

UN LAZO PERMANENTE

La tarde anterior a la llegada del papa, Dante Zegarra López, secretario ejecutivo de la comisión organizadora de la visita papal,  se encontraba firmando las 17 mil invitaciones que los organizadores entregarían  a los clérigos y fieles laicos para asistir a la ceremonia. Este contingente de personas cercanas a la Iglesia se colocaría frente al altar para evitar que la población se abalance sobre el Papa. Esta estrategia de anillos de seguridad fue la alternativa que plantearon los organizadores ante la intención de la policía de controlar el ingreso de las personas al campo papal mediante listas con nombres y la identificación con huellas dactilares

La policía accedió a que se ejecutara esta estrategia pero pidió que las invitaciones estuviesen firmadas para evitar falsificaciones. La ardua tarea de rubricar una por una las cartas recayó en Zegarra. Mientras cumplía con esa tediosa labor, le informaron a Zegarra que los primeros ejemplares de su libro sobre la historia del monasterio de Santa Catalina de Sena, en donde vivió y se formó Sor Ana de los Ángeles, ya habían salido de la imprenta y estaban en su casa justo a tiempo para que pueda entregárselos a Juan Pablo II.

Al día siguiente, luego de que el Papa terminó la ceremonia en la Unsa, el arzobispo Vargas dispuso que Dante Zegarra le entregara a Su Santidad dos ejemplares de su libro antes de que regresara a Lima. El breve encuentro se dio en la avenida Bolognesi, frente a la vivienda del arzobispo. El periodista Zegarra, hoy con 69 años cumplidos, tenía planificado decirle a Wojtyla que esa investigación que le entregaba era fruto de 10 años de trabajo y que todo lo que afirmaba en el texto estaba avalado en documentos. Sin embargo, en el momento en que quiso hablarle,  Dante Zegarra, que había trabajado más de un mes y medio sin descansar en el comité organizador, cayó de rodillas ante el Papa y se quedó mudo sin ninguna explicación.

Semanas después de la visita, le llegó a Zegarra un carta del cardenal Giovanni Re, en ese entonces secretario de estado del Vaticano, en donde por encargo del Papa le agradecían por los obsequios y le informaban que su libro ya formaba parte la biblioteca de la Santa Sede. Otro recuerdo del papa que guarda Zegarra es una medalla de bronce con el rostro grabado de Juan Pablo II. Esa reliquia está en un estante de su casa, al lado de una estatua de Sor Ana de los Ángeles, como sellando para siempre el vínculo del santo con Arequipa.

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*Una versión de esta crónica se publicó el sábado 20 de julio de 2013 en la edición regional de El Comercio Arequipa.