El estilo web y Perú21

lunes, 26 de abril de 2010

Perú21 es un diario tipo tabloide fundado en el año 2002, que pertenece al Grupo El Comercio. Está enfocado a un público joven, mayormente acostumbrado a los estímulos visuales de la televisión e Internet, por lo que utilizan muchas imágenes, titulares con tipo de letra muy grandes y una gran cantidad de colores en sus noticias.

A continuación realizaré un pequeño análisis de como este diario a adaptado las características de la web en su diagramación de la edición impresa, para poder atraer a los lectores. Para efectos de este trabajo, he utilizado la edición del sábado 10 de abril del 2010.

Imágenes y titulares


















En estas páginas primeras páginas se puede observar que los titulares ocupan casi la mitad de la hoja. Casi del mismo tamaño de las fotografías. Esto se hace con el fin de atraer visualmente al lector. Además nótese que el texto no es tan extenso y que se utilizan cuadritos complementarios para que la lectura sea más fácil
Uso de columnas y diagramación web
En esta página central se observa la distribución por columnas, como en una página web: una columna central con a información más importante (entrevista a Bryce) y dos columnas laterales secundarias (agenda.21 y columna de Guillermo Giacosa). Nótese además que en la agenda se brindan links para ingresar a las páginas de los eventos promocionados. Además los textos están estructurados en cuadritos (como entradas de blog) para que la lectura sea mucho más ágil: textos cortos, fondos de colores y harta fotografía. Muy parecidos a los portales de noticias de Internet.

Hipertextualidad y textos anexos
En esta página se puede observar un intento de lograr la hipertextualidad (se pasa de un tema a otro medianamente relacionado), característica básica de Internet: luego del texto principal hay un cuadro con fondo rosado (Sabías qué…) en el que se brindan unos datos extra, complementarios. En la parte de abajo, en el recuadro “Loco amor”, se dan datos acerca de un estudio de una Universidad extranjera y al lado derecho la opinión de un especialista. Todos estos textos, que complementan y nutren el tema central, están ordenados de manera que capten la atención del lector. Además utilizando colores vivos que excitan visualmente a las personas, como si estuvieran viendo un aviso publicitario o la TV.

¡Qué corran las noticias!

viernes, 23 de abril de 2010

- ¿Por qué un vendedor de periódicos debe apurarse, cuando su puesto es el único abierto en la Plaza de Armas?

Alipio debe apurarse. Generalmente para esta hora, un poco antes de las 8 de la mañana, su puesto de periódicos, ubicado en una de las esquinas de la Plaza de Armas (entre el portal de San Agustín con la calle La Merced, para ser exactos), ya debería estar abierto. Es decir, con todos los diarios dispuestos en los escaparates. Listos para atraer la atención del lector con las noticias fresqueritas del día. Sin embargo, a pesar de que está retrasado (“a las 7 a.m normalmente abro”, cuenta Alipio), su puesto es el único que atiende en estos momentos en los alrededores de la Plaza Mayor de la ciudad de Arequipa. En fin, hay que apurarse.

Hace más de 80 años que este puesto, en este mismo lugar, ha estado en manos de la familia de Alipio Zárate Soto. Primero atendía su abuela, Felipa Soto. Luego su mamá. Pero de esa época, lo único que recuerda Alipio, es que el puesto, ahora de metal, “estaba hecho de cartón”. Son más de 33 años que Alipio tiene a su cargo este negocio en dónde vende- además de diarios-: revistas de ciencia, moda, boletines de manualidades y libros. Unos cuántos años más de los que lleva junto a su esposa, Diane Luna, quién se encuentra - en estos momentos- recostada sobre rumas de El Trome, El Popular, Líbero, Ojo y demás periódicos de "china" que suelen vender en este puesto. Puesto que no es más que un quiosco verde, de no más de metro y medio de ancho, y menos de un metro ochenta de alto.

Mientras Diane recibe el dinero de los clientes y conversa conmigo, su esposo se apura por terminar de “pegar” los periódicos para que la gente pueda leer los titulares (“Desaire Supremo”, dice La República; “Colegios sin agua”, Perú21; “Se acaba plazo”, Correo) y las portadas y, a ver si así, se animan a comprarlos. Sí, Alipio “pega los diarios” a los costados de su puesto con abundante cinta Scotch. Procedimiento algo extraño, ya que la mayoría de vendedores cuelga las páginas de los diarios con ganchos a unos alambres en sus quioscos, como si estuvieran tendiendo la ropa luego de lavarla.

- Le di 60 soles a un tipo que vivía por nuestra casa para que nos hiciera un armazón de fierro, como los que tiene la mayoría. Pero se largó con la plata y nunca lo hizo- explica resignada Diane. No recuerda el nombre del que los estafó. Así que ni reclamar le queda. Sólo seguir pegando con la cinta.

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Ahora Alipio debe ir al local de distribución de la Asociación de Repartidores de periódicos, revistas y loterías (más conocidos como canillitas), ubicado en la calle Villalba, para recoger unos ejemplares que dejaron olvidados. La mecánica es así: bien temprano en las mañanas, compran diarios por un precio menor (por ejemplo el diario El Trome, les cuesta 35 céntimos, su precio de venta al público es de 50 céntimos) a la distribuidora . Luego, venden durante el día la mayor cantidad de ejemplares con el precio real (50 céntimos), para ganar alguito Y al final del día , luego que cierran, como a las 8pm, devuelven lo que les sobró, para recuperar un poco de dinero más.

Un trabajo como cualquiera, aunque “lo más fastidioso es ir a comprarlos”, se queja Diane, quien debe levantarse a las seis de la mañana para ir a recoger los diarios que ofrecerán durante el día. Pero vale la pena: “Me gusta estar informado”, me confesó antes de partir Alipio un poco apurado. Un cliente espera a que regrese Alipio con un suplemento que le falta al diario deportivo que compró, mientras chequea los Avisos Clasificados. Normal. En un puesto como este, siempre hay tiempo para leer un rato.


Al filo del cuchillo

sábado, 17 de abril de 2010

- Dos hermanos llevan más de tres décadas como afiladores de cuchillos en una esquina del Mercado de San Camilo. ¿Qué tan rápido tiene que girar una piedra para sacarle chispas al metal?


Las chispas color amarillo, luego de la fricción entre el cuchillo y la piedra, empiezan a salir como un chorro de agua a toda presión. Pequeños puntos incandescentes que saltan sobre el pelo y la ropa. Como una lluvia que no moja pero que -por supuesto- debe quemar. A Jaime Cornejo, uno de los cuatro afiladores de cuchillos del Mercado San Camilo, le han entrado varias de estas chispas a los ojos. “Ves un punto negro que te molesta. Si te entra, vas al médico o tu mismo te las quitas”, me confesó minutos antes. Ahora, Jaime se encuentra concentrado en su trabajo mientras desliza la hoja de metal de la cuchilla sobre la piedra esmeril con cuidado. A su costado, su hermano Francisco, quien tiene un puesto –igual al de Jaime- de reparación de ollas, copias de llaves al minuto y – por supuesto- afiladas de cuchillos, al lado de la Puerta 5, también se encuentra en plena labor.

Francisco, es flaco y de pelo canoso y corto, es tres años mayor que Jaime y se dedicó a este oficio porque cuando salió del cuartel no había de que trabajar. De eso ya 30 años. A las 6 de la mañana ya se encuentra en este trabajo que le da un promedio de 80 soles al día. “50 céntimos cuesta la afilada”, dice Francisco. Pero eso no es a lo único que se dedican estos hermanos: reparan cocinas de kerosene, puertas de autos, sartenes, machetes, y herramientas de carpintería y para la chacra. En fin, arreglan todo tipo de cosas para el hogar. A pesar de que hacen el mismo tipo de labores, “ya cada uno tiene su clientela”, me cuenta Jaime. Aunque en estos momentos de la mañana no haya tantos clientes a la vista, saben que a toda hora vienen a buscarlos. “En cualquier momento cae alguien”, continua el menor de los hermanos, mientras Francisco cambia la piedra de su máquina de afilar que parece que ya no da para más.

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Las máquinas que utilizan para sus reparaciones tienen forma de bomba de guerra y consisten en un motor a electricidad que mueve a 3600 rpm, una piedra redonda llamada esmeril. “Estas son más fuertes. Las impulsadas a pedal no sacan buen filo”, explica Francisco sobre la diferencia de sus servicios con los de esos afiladores que van por lo barrios con una ruedita de puerta en puerta. La rápida velocidad con que giran genera gran fuerza de fricción entre el metal del cuchillo y la piedra. Por eso es que saltan esquirlas al rojo vivo. Por eso es que siempre hay que usar gafas de protección.

Las paredes de metal verde del quiosco de Francisco están abarrotadas de balanzas, ollas, sartenes, cuchillos y hachas de todos los tamaños. Ahora se encuentra frente a su motor-ya reparado y renovado- con un cliente que le espera. Mueve sus manos lateralmente sobre el esmeril recién cambiado que gira a su máxima potencia. Con cuidado. No quiere aumentar la cantidad de cortes que tiene en sus dedos. La mano izquierda sostiene la hoja de la cuchilla que hace saltar peligrosas chispas por todo lado. Suavemente mueve la lámina de metal. Tranquilo. Por el momento no se cubre con sus gafas de protección. Jaime, en cambio, usa unos lentes de vidrio (esos para los cortos de vista) para cubrirse.
-¿Esas chispas que salen que son?- le pregunto desde una distancia prudencial a Francisco.
- Es lo que bota el acero y las sobras de la piedra- contesta distraído sin mirarme.
- ¿No es peligroso? – digo.
- Claro – contesta el maestro.

Francisco levanta la cabeza. Apaga su máquina. Se pone sus gafas cuadradas de plástico y pone delante de su motor afilador una caja de cartón, esas que se usan para llevar frutas, para que no salten las chispas sobre sus clientes. Jaime, detiene su trabajo un rato, me mira y hace algo parecido. Luego, siguen afilando.

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PD:La foto que acompaña a este texto, e pertenece a Sergio Valcárcel y la extraje de aquí. Ese día olvidé llevar mi cámara

(Reportaje): Eloy bajo el Sol

lunes, 12 de abril de 2010

- El policía retirado Eloy Vera Neyra sigue protegiendo a los peatones de los accidentes de tránsito, desde su esquina en la Calle Santa Catalina, a pesar de que las temperaturas aumentan y da menos ganas de protegerse del Sol. ¿Por qué alguien decide seguir cumpliendo su labor a pesar de poner en riesgo su salud?


Hace un par de semanas, abrí un pequeño sondeo, vía este blog, para averiguar de qué manera nos protegíamos de la radiación solar en Arequipa (que según mediciones del Senahmi tiene índices dañinos para la salud) . Una porción de los participantes (4 personas), dijo que no se protegía del Sol, y otro grupo (5 personas), indicó que no se exponía al Sol. A partir de esto se me vino la idea de hacer un reportaje (que tuve que presentar como parte de un curso de la U), en el que trataba de contar la historia de las personas que, debido a su trabajo, sí o sí tenían que pasar largas horas expuestos la radiación solar.

Así fue como contacté a Eloy Vera Neyra, el policía (retirado), reconocido por su gran amabilidad con los peatones. Esta es su historia bajo el ardiente sol arequipeño.



Y ustedes: ¿Debido al aumento de temperaturas tienden a usar ropas más ligeras? ¿Se protegen del Sol en horas de alta peligrosidad? ¿O se pasan varias horas
expuesto debido a su chamba?


Así platónico no más

jueves, 1 de abril de 2010

- Lo que se te viene a la mente cuando recuerdas a tu primer amor

Ahora que miras sus fotos en el Facebook desde la pantalla de tu computador, tan acaramelada y apapachada, con otro idiota. Te preguntas: ¿Qué tenías en la cabeza cuando te fijaste en ella? ¿Qué le viste a esta muchachita que, aunque bonita, no era como esas colegialas carita de ángel y voluptuosas de los dibujitos anime que tanto te gustaban? Y no es que hayan pasado tantos años, como para decir que la experiencia te ha abierto los ojos, y que esa chica poco agraciada (aunque más o menos buen cuerpo tenía), es tu error de juventud. Esa ni tú te la crees

Haces click en una de sus 48 fotos de uno de sus 17 álbumes con 25 comentarios cada uno, dedicados al enamorado, y recuerdas que te demorabas a propósito en los cambios de clase - guardando tus cosas lentamente, haciendo la finta de que ibas a buscar algo en tu casillero - para verla un ratito y disque conversar con ella. Porque a decir: “Hola, cómo estás”, “chévere tu peinado” o “qué curso toca ahora”, no se le puede llamar conversar. No seas iluso pues. Recuerdas esto y sonríes. Tímido eras. Sabías que nunca le ibas a decir nada más que eso. Que nunca le confesarías que cada vez que te subías a la combi y no había asientos libres para que puedas leer esas historietas de superhéroes que hacían creer a todo el mundo que eras aniñado, pensabas en su largo cabello ondulado color cáscara de nuez todo el trayecto a casa. Sí, en ese cabello.

Así era la cosa. De lejitos. Sin intentar nada. Sin esperar nada. Platónico no más. Ella nunca lo sabría y a ti no te importaba. Y claro, ni que te estuviera doliendo el alma como a Vallejo porque no te daba bola la condenada. Sí más estabas pendiente en aprenderte las canciones del último disco de Leusemia para cantarlas -hasta quedarte ronco- en el pogo brutal del concierto de rock del fin de semana. ¿Entonces porque tanta alharaca con ella? ¿Por qué te desvelabas -a veces, casi nunca- imaginando una cita con ella? ¿Para que tus amigos no pensaran que eras maricón? Nah, a ti nunca te interesó eso, y menos los rituales de machos idiotas en los que te molestaban con el nombre de la chica que te gustaba. “Guardadita te la tenías. Ya estábamos dudando de ti. Jeje. Ya, ya, no te piques oe, que es broma, es broma hermanito”, decían. No, no era por eso.

Te acomodas en la silla, mueves el mouse y click otra vez en ese rostro que ahora te parece borroso, hasta irreconocible. Y ahora, mientras un bostezo te hace lagrimear un poquito, te das cuenta de eso que ya sabías pero que no querías aceptar: ella no te gustaba en realidad. No, la chica no. Te gustaba lo que ésta significaba. Lo que implicaba enamorarse. Ella era tu excusa. Tu motivo. Como la muerte de sus padres para Batman, como la “bella” Dulcinea para el Quijote, aunque suene huachafo. Ella era ese algo para que tu vida no sea tan patética, tan solitaria. Para que tu único contacto con las mujeres no sean los videos porno de Internet que recién estabas descubriendo y las colegialas animadas de ojos dulces que nunca saldrían de la pantalla.

Que importaba si no sentía nada por ti. Ni que no fuera la más inteligente del salón, o la más alta, la de mejor cuerpo, las más facilona o con la que tenías mucho en común de que hablar. Bastaba con que existiera y punto. Cierras las ventanas de la PC. Te dispones a apagar la pantalla. La miras una última vez y sonríes. Sí, era bien linda.


Con fecha límite


Este miércoles 7 de abril tengo que entregar mis tres crónicas para el curso semestral de redacción periodística . Tres trabajos que significan mi nota final. A ver que tanto he aprendido en estos meses.

Debido a esto, tendré que desconectarme del mundo (virtual) por unos cuántos días. Debo aprovechar el tiempo lo mejor posible (bendita semana santa, gracias por el plus de días). Sin embargo, hay mucha info que espero compartir con ustedes, producto de estos meses de reporteo. La subiré de a pocos una vez que me libere de esta presión. Nos vemos en un par de días.