Las huellas de Mariano Melgar que sobreviven en Arequipa*

jueves, 12 de marzo de 2015

-       En la Ciudad Blanca, dos siglos después del fusilamiento del poeta y prócer de la Independencia, aún sobreviven lugares que fueron escenario de episodios claves en su vida.

(Foto: Julio Angulo)

El amor entre el poeta Mariano Melgar Valdivieso y su musa “Silvia” tuvo como escenario los límites del damero colonial de la ciudad de Arequipa. A inicios del siglo XIX, la calle  Santa Teresa (hoy Melgar) era la ruta hacia el Altiplano. Por esta razón Santa Teresa también  era conocida como “calle de Puno”. A través de esta vía empedrada, en donde se ubicaba la casa del literato y prócer de la Independencia, transitaban arrieros que movilizaban minerales sobre sus mulas y comerciantes indígenas con mercaderías de la sierra.

Desde esa zona periférica (límite noreste), el enamorado Melgar iniciaba su recorrido hacia el extremo oeste de la ciudad, rumbo a la calle Beaterio, en donde se encontraba la vivienda de Maria Santos Corrales y Salazar, su amada  “Silvia”. Beaterio se ubicaba al finalizar el puente Real (hoy Bolognesi), la vía que comunicaba a Arequipa con la costa. En ese sector proliferaron los tambos en donde se comercializaban productos marinos. 

Inspirados en este recorrido, los miembros de la Asociación de Guías Profesionales de Arequipa (Asguipa) han elaborado un circuito turístico por los espacios más emblemáticos en la vida de Mariano Melgar que aún sobreviven en la ciudad. Según Patricia Oviedo Vela, integrante de Asguipa, este tour  de dos horas, denominado “Por la ruta de Silvia y Melgar”,usa como excusa el idilio del poeta para dar a conocer a los visitantes una parte de la historia arquitectónica y cultural de Arequipa.

ESPACIOS OLVIDADOS
La ruta empieza en el solar en donde se encontraba la vivienda de la familia Melgar Valdivieso. En el número 418 de la calle Melgar, a pocos metros de bares de medio pelo, sobrevive un edificio verde con muros despintados. Según el arquitecto William Palomino, el diseño barroco – neoclásico original de la casa ha sido reemplazado por una fachada con trazos art nouveau. Al interior funcionan estudios de abogados y la oficina de una bruja, Saralyd, especializada en amarres y predicciones.  La única seña que recuerda que ahí nació Melgar es una placa de mármol que comparte espacio con afiches publicitarios. 

El recorrido continúa cuadras más abajo, al llegar al convento de San Francisco en donde Melgar estudió desde los 6 años. Durante la década que pasó con los padres franciscanos aprendió matemáticas, ciencias básicas y latín.

El circuito reanuda en la primera cuadra de la calle San Francisco, en donde se encuentra el primer local del seminario San Jerónimo. El historiador Mario Arce Espinoza señala que en ese espacio de formación religiosa Melgar a los 17 años se acercó por primera vez a las ideas patrióticas e independentistas. Actualmente, este edificio está abandonado por sus propietarios. Los muros de sillar se encuentran sucios y la puerta de ingreso está cerrada por una reja y un candado.

RUTA DE AMOR Y DOLOR
La ruta sigue por el pasaje de la Catedral, Santa Catalina, la plaza de armas, los tambos de la calle Puente Bolognesi  y culmina en el número 126 de la calle Beaterio, en donde se encontraba la casa de “Silvia”. En la entrada de este edificio hay una placa que dice: “Gloria a la mujer arequipeña que inspira a los poetas con el amor y el dolor”. Dentro  de este predio hoy  funciona un colegio particular que ya no conserva el diseño original de la vivienda.

Lo que sí parece inalterable luego de doscientos años de la muerte de Melgar - que se conmemora este 12 de marzo - es la evocación romántica que provoca el puente Bolognesi en los arequipeños. En el siglo XXI esta antigua ruta de arrieros sigue siendo un escenario para citas, promesas de amor y rompimientos.

Los hombres y mujeres con penas de amor al asomarse hoy a la baranda para ver el río Chili pueden recibir la misma inspiración que llevó a Melgar a escribir esta décima: “La cristalina corriente/De este caudaloso río,/ Lleva ya del llanto mío/Más aguas que de su fuente. /Llega al mar, y es evidente,/Que el mar, con ser tan salado, /Lo recibe alborozado/Y aún rechazarlo procura,/Por no probar la amargura/Que mis lágrimas le han dado”.

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*Una versión de este texto se publicó en El Comercio el sábado 7 de marzo de 2015. 

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