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- Cada 6 de enero, fecha en que se celebraba la Bajada de Reyes el distrito periférico de Tiabaya era escenario de una
fiesta costumbrista en la que se visitaba los huertos de la zona y se cosechaba
las peras maduras luego de zarandear las ramas de los árboles. Debido a la
aparición de plagas y a la migración hacia otros productos más competitivos, la
fiesta fue desapareciendo. Hoy los perales casi ya no existen aunque hay iniciativas
del municipio para recuperar esta tradición.
Hace un par décadas,
la huerta de más de dos hectáreas de extensión de Don Sixto Paz Velarde estaba
llena de frondosos árboles de peras. Sus chacras están ubicadas en el sector de
Los Perales del distrito de Tiabaya, en donde antaño se celebraba una
tradicional fiesta que consistía en sacudir con fuerza los troncos de los
perales, recoger los frutos maduros que caían al suelo en canastas y luego
degustarlos en familia junto con suculentos picantes.
Cada 6 de enero,
aprovechando el feriado de la Bajada de Reyes, miles de arequipeños viajaban
hacia este distrito (ubicado a 8 km. de distancia del centro de la ciudad) -
considerado una zona de veraneo por su clima templado y sus tierras fértiles - y
pasaban una mañana de picnic que incluía baile, ingesta de tragos y música en
vivo.
“Pero ahora no más
han quedado unos ‘cuantitos’ perales que no alcanzan ni para que los vecinos
coman”, lamenta esta tarde de viernes Don Sixto de 86 años, mientras cuida sus
cultivos de huacatay, apio, porrón, y cebolla que desde 1940 fueron
paulatinamente reemplazando a los frutos verdes que antes poblaban las laderas
de los cerros que se encuentran entre Alata y Patasagua. Este agricultor le
echa la culpa de la desaparición de los perales a la mina de cobre Cerro Verde
que opera a unos kilómetros de distancia. Sin embargo, las razones de la extinción de
esta costumbre popular son otras.
PLAGAS Y NUEVOS
MERCADOS
El ingeniero
agrónomo y presidente de la Asociación Pro Campiña, Carlos Lozada García
explica que debido a la construcción de
la carretera Panamericana se empezaron a abrir nuevos mercados para los
agricultores arequipeños entre 1930 y 1950, fecha que coincide con el declive
de la tradición de la sacudida de perales.
“El mercado limeño
empezó a exigir productos como la cebolla roja y ajos que eran mucho más
rentables. Además desde las regiones del norte venían frutas de mejor calidad.
Debido a estos cambios se empezó a migrar a otros cultivos en esta zona y se
dejó de renovar los plantones de peras”, dice el especialista. Otra de las
causas fue el desconocimiento técnico de parte de los agricultores para
controlar plagas como el barreno y la araña roja que fueron matando los
árboles.
Daniel Postigo
Salazar, agricultor de 85 años de la zona de Alto del Cabildo, cuenta que poco
a poco dejó de ser negocio el cultivo de peras y de otras frutas como el higo,
la frutilla y el durazno que también solían sembrar en su tierra natal. “Un
peral tarda 9 años en dar fruto mientras que en seis meses ya se podía cosechar
una tanda de cebollas. Además, la época de cosecha para las peras solo era de
noviembre a enero en cambio las hortalizas se producen durante casi todo el
año”.
Cuando tenía 14
años, Postigo recuerda que a cada metro de distancia en los bordos de agua de
las chacras se ponían encontrar perales y uno podía ver flotando por las
acequias frutos que habían caído de las ramas. Hoy, como un gesto de nostalgia,
en sus terrenos solo mantiene dos
perales que a de vez en cuando le dan frutos.
RECUPERANDO UNA
TRADICIÓN
Según el historiador
Juan Guillermo Carpio Muñoz la sacudida
de perales tiene gran importancia ya que
fue una de las pocas festividades no religiosas que existían en la ciudad.
Aunque no existe documentación al respecto, se calcula que desde la llegada de
los españoles ya existía esta fiesta. En el siglo XIX y hasta inicios del XX se
hacía a pie o a caballo la peregrinación que duraba toda una mañana de viaje.
“Ese día la gente
paseaba por la campiña, en el pueblo se armaban picanterías improvisadas que
ofrecían chicharrones y la timpusca de peras (un caldo con carne y verduras),
se instalaban nacimientos y todos se jaraneaban sin importar su condición
social o barrio de procedencia”, cuenta. Por una suma módica, una familia
visitante le pagaba al dueño del peral para samaquear las ramas y disfrutar de
las frutas maduras a la sombra de un árbol.
Esta fiesta
costumbrista dejó de realizarse, como la describe Carpio Muñoz, desde hace más
de 70 años atrás, pero desde 2007 la gestión del alcalde distrital de Tiabaya
Miguel Ángel Cuadros Paredes viene
promoviendo la recuperación de esta tradición. Desde hace 7 años, el 6 de enero
se realiza una caravana encabezada por los Tres Reyes Magos hacia el sector de
Los Perales para sacudir los árboles frutales.
Sin embargo, la poca cantidad de peras hizo que en años anteriores se
amarraran con una soga a las ramas de los
árboles frutas compradas en el mercado para simular la antigua sacudida.
Por esta razón, el
alcalde Cuadros Paredes informa que el
año pasado, mediante el financiamiento de la Sociedad Civil Cerro Verde, se
sembraron 4 mil plantones y en los próximos dos años se espera repartir entre
los agricultores 10 mil más. Al ser estos cultivos injertos, se estima que los
80 productores que se han beneficiado de esta iniciativa empiecen a cosechar el
próximo año. Para este 2013 se calcula la asistencia de 4 mil personas en la
sacudida de perales que incluirá además una feria de platos típicos y un show
con orquesta tropical.
Según el historiador
Juan Guillermo Carpio Muñoz la peras tiabayinas eran pequeñas y redondas con un
sabor dulce e intenso diferentes a las que abundan hoy en los supermercados y
que tienen forma de campana. En las fiestas de
ese día también se acostumbraba beber un trago que se llamaba “Los tres reyes
magos” que estaba constituido por una capa de vino tinto, uno de aguardiente y
otra de chicha de guiñapo. Este potente brebaje se tomaba en un caporal y se
usaba una rama de trigo como pajilla para beberlo.
Mientras esta fiesta
costumbrista va tomando fuerza de nuevo, a viejos chacareros como Don Sixto y
Don Daniel les queda como compensación, el alivio de ya no tener que preocuparse de
que algún vecino travieso le robe las deliciosas peras de su huerto, la noche
previa a la Bajada de Reyes.
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*Una versión de este texto fue publicada el 5 de enero del 2013 en la edición regional de El Comercio Arequipa.
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