¡Qué corran las noticias!

viernes, 23 de abril de 2010

- ¿Por qué un vendedor de periódicos debe apurarse, cuando su puesto es el único abierto en la Plaza de Armas?

Alipio debe apurarse. Generalmente para esta hora, un poco antes de las 8 de la mañana, su puesto de periódicos, ubicado en una de las esquinas de la Plaza de Armas (entre el portal de San Agustín con la calle La Merced, para ser exactos), ya debería estar abierto. Es decir, con todos los diarios dispuestos en los escaparates. Listos para atraer la atención del lector con las noticias fresqueritas del día. Sin embargo, a pesar de que está retrasado (“a las 7 a.m normalmente abro”, cuenta Alipio), su puesto es el único que atiende en estos momentos en los alrededores de la Plaza Mayor de la ciudad de Arequipa. En fin, hay que apurarse.

Hace más de 80 años que este puesto, en este mismo lugar, ha estado en manos de la familia de Alipio Zárate Soto. Primero atendía su abuela, Felipa Soto. Luego su mamá. Pero de esa época, lo único que recuerda Alipio, es que el puesto, ahora de metal, “estaba hecho de cartón”. Son más de 33 años que Alipio tiene a su cargo este negocio en dónde vende- además de diarios-: revistas de ciencia, moda, boletines de manualidades y libros. Unos cuántos años más de los que lleva junto a su esposa, Diane Luna, quién se encuentra - en estos momentos- recostada sobre rumas de El Trome, El Popular, Líbero, Ojo y demás periódicos de "china" que suelen vender en este puesto. Puesto que no es más que un quiosco verde, de no más de metro y medio de ancho, y menos de un metro ochenta de alto.

Mientras Diane recibe el dinero de los clientes y conversa conmigo, su esposo se apura por terminar de “pegar” los periódicos para que la gente pueda leer los titulares (“Desaire Supremo”, dice La República; “Colegios sin agua”, Perú21; “Se acaba plazo”, Correo) y las portadas y, a ver si así, se animan a comprarlos. Sí, Alipio “pega los diarios” a los costados de su puesto con abundante cinta Scotch. Procedimiento algo extraño, ya que la mayoría de vendedores cuelga las páginas de los diarios con ganchos a unos alambres en sus quioscos, como si estuvieran tendiendo la ropa luego de lavarla.

- Le di 60 soles a un tipo que vivía por nuestra casa para que nos hiciera un armazón de fierro, como los que tiene la mayoría. Pero se largó con la plata y nunca lo hizo- explica resignada Diane. No recuerda el nombre del que los estafó. Así que ni reclamar le queda. Sólo seguir pegando con la cinta.

***

Ahora Alipio debe ir al local de distribución de la Asociación de Repartidores de periódicos, revistas y loterías (más conocidos como canillitas), ubicado en la calle Villalba, para recoger unos ejemplares que dejaron olvidados. La mecánica es así: bien temprano en las mañanas, compran diarios por un precio menor (por ejemplo el diario El Trome, les cuesta 35 céntimos, su precio de venta al público es de 50 céntimos) a la distribuidora . Luego, venden durante el día la mayor cantidad de ejemplares con el precio real (50 céntimos), para ganar alguito Y al final del día , luego que cierran, como a las 8pm, devuelven lo que les sobró, para recuperar un poco de dinero más.

Un trabajo como cualquiera, aunque “lo más fastidioso es ir a comprarlos”, se queja Diane, quien debe levantarse a las seis de la mañana para ir a recoger los diarios que ofrecerán durante el día. Pero vale la pena: “Me gusta estar informado”, me confesó antes de partir Alipio un poco apurado. Un cliente espera a que regrese Alipio con un suplemento que le falta al diario deportivo que compró, mientras chequea los Avisos Clasificados. Normal. En un puesto como este, siempre hay tiempo para leer un rato.


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