En busca del characato perdido*

domingo, 14 de agosto de 2011

Le preguntamos a un historiador, un sociólogo y un escritor -los tres pertenecientes a distintas generaciones de arequipeños- que nos explicaran algunos de los elementos que configuran la identidad de los jóvenes de la ciudad en la actualidad. Ausencia de referentes locales, pocas perspectivas de futuro y escaso conocimiento de nuestras raíces son algunos de los factores que nos convierten en una sarta de jóvenes desorientados. ¿Qué tan nuestra es ésta Arequipa que pronto cumplirá 471 años de fundación española?

El historiador arequipeño Eusebio Quiróz Paz Soldán en el estudio de su casa (Foto Archivo: Carlos Subia)


-¿Quiénes cantan las mañanitas?, pregunta Don Eusebio detrás de su escritorio atiborrado de papeles.
-La gente mayor supongo – respondo dudando
-No, no, no…los mexicanos – aclara. ¿Tú qué cantas? – repregunta mientras me mira fijamente con esos ojos tan despiertos que sobresalen detrás de las gruesas gafas que lleva puestas.
-¿Feliz cumpleaños? (otra vez dudando)
-¡No, no mentira…tú cantas el japi birdei! – me recrimina
-… (Silencio; y el silencio otorga)
-Ahí está la diferencia – retoma con un tono pausado. No hemos aprendido a cantar en el cumpleaños algo que sea singular, algo propio. Los mexicanos sí lo hacen.

Estoy en el estudio del gran historiador arequipeño Don Eusebio Quiroz Paz Soldán (69 años) toda una eminencia en lo que respecta al estudio de nuestra ciudad. Ejemplo de ello es su libro Visión Histórica de Arequipa 1540-1990 y la monumental Historia General de Arequipa, de la cual es coautor. Aquí me encuentro tratando de encontrar los elementos que conforman la identidad cultural de los jóvenes arequipeños. De esos chicos que prefieren chupar en la calle San Francisco antes que darse una vuelta por una picantería; de los que bailan cumbia en la Dolores o van al Jardín a ver bandas de rock, en vez de escuchar yaravíes; de los que viajan en combi y nunca subieron a un elegante tranvía; de los que siempre vieron en bancarrota al Parque Industrial; de esos cuya única peregrinación religiosa los domingos, es rumbo al cebichito que les cortará la bomba de la noche anterior; de esos que nunca escucharon que nuestra ciudad era la capital jurídica del Perú, pero que sólo se enteraron de los “escandaletes” de tinterillos como Hugo Salas.

“Arequipa tiene una identidad cultural mestiza basada en cinco rasgos: la arquitectura, la gastronomía, el habla popular arequipeña, la religiosidad popular y la música. Los arequipeños nos reconocemos como tales gracias a estos elementos”, explica Don Eusebio, rodeado por los libros de su biblioteca que parecen rebalsarse de los estantes, como indicando que sí los ha leído detenidamente y que no los tiene ahí de finta no más. Pero yo que, como la mayoría de mi generación, he crecido más influenciado por lo que me cuenta la televisión e internet: ¿qué tanto puedo reconocerme en esos elementos que me cuenta el Dr. Quiroz? ¿Qué tan míos son? ¿No será que la falta de referentes culturales contemporáneos, cercanos e interesantes, me ha convertido en un chibolo desarraigado que no sabe de dónde viene ni a dónde va?

Identidad rancia
“Hay una mala lectura de lo que es la identidad arequipeña. Nuestra identidad sigue anclada en hechos pasados e históricos. No estamos teniendo una lectura de la nueva Arequipa”, explica el sociólogo José Luis Vargas Gutiérrez, nacido en la década de los 60's. Arequipa hace tiempo dejó de ser el “León del Sur”, si con las justas nos hacen caso en Lima cuando tomamos una carretera o quemamos una llanta. “Arequipa ha perdido presencia política y mucho más, ha perdido presencia económica. Ya no es la ciudad blanca de limpio cielo azul”, continúa Vargas. Jurídicamente, institucionalmente y en materia de gobernantes, estamos hasta las patas. Hemos sufrido grandes transformaciones y eso reconfigura la forma en que nos vemos como sociedad. El orgullo characato del pasado, foco de revoluciones y cuna de líderes pensadores, ya fue.

Esto sumado a los procesos migratorios desde otras regiones que se vienen dando desde hace décadas, han creado otro perfil del arequipeño actual. Según cifras del INEI: 27% de los más de 78 mil inmigrantes que vinieron a nuestra región entre 2002 y 2007 provienen de Puno, el 25% de Cuzco, el 5,8% de Moquegua y el 4% de Tacna. Gente que trae sus propias costumbres y aspiraciones. Nuevas formas de entender nuestra realidad que, a veces, son incomprendidas y terminan generando enfrentamientos entre “arequipeños” y migrantes con tintes racistas.

“Al ya no tener como referencia a los elementos culturales de antaño que generaban orgullo, nos vemos impotentes ante este fenómeno migratorio, no sabemos cómo reaccionar. Lo primero que hacemos es rechazarlos y decir: Arequipa está malograda por culpa de ellos”, me explica el joven escritor Orlando Mazeyra (29 años), quien en sus relatos (publicados en colecciones de cuentos como Urgente: Necesito un retazo de felicidad y La prosperidad reclusa) ha recreado las calles de Vallecito, los “chupódromos” de la Plaza España o los prostíbulos de la avenida Jesús como una forma de generar identificación con su localidad.

“En casa no nos dieron una identidad verdadera, y si nos la han dado es la del rechazo:; no te juntes con ese cholito, que no te juntes con los de este colegio. Esa identidad de los apellidos”, indica Mazeyra. Al sentir que hay ,aparentemente, un extraño, un intruso, exaltamos lo nuestro a niveles violentos. Como perro marcando su territorio o como joven inseguro que le agarra más fuerte la mano a su enamorada cuando cree que otro se la quiere gilear.

Chibolos insolentes
“¿Por qué no les atraen estos aspectos tradicionales a los jóvenes? Porque no los conocen”, señala convencido el historiador Eusebio Quiroz. En esto también coincide José Luis Vargas, quien además es catedrático de la Universidad Nacional de San Agustín; los jóvenes no saben casi nada de la historia local. La mayoría de sus estudiantes no conocen a los grandes referentes de Arequipa debido a una mala instrucción. “No hay una política educativa que rescate esto, que por lo menos enseñe esto”, dice. ¿Quién de nosotros tuvo un curso de historia de Arequipa en su colegio? ¿Alguien dijo yo?

Se debe ir creando una identidad en los jóvenes. “Pero nadie se preocupa de eso. ¿Quién tiene que crearla? El Gobierno Regional, los municipios distritales, la municipalidad provincia a través de la educación”, dice un poco indignado Don Eusebio. “Es fundamental que haya en las escuelas un curso orientado a darnos un arequipeñismo que no se quede en sabernos de memoria el himno de Arequipa. Eso ya es el rollo barato de los 15 de agosto en el Jardín de la Cerveza”, propone Mazeyra. Por esta carencia educativa es que no dudamos en pintarrajear las paredes de nuestros monumentos para hacernos los bravos, orinar en un poste luego de una chupa brutal o manchar con el humo de las destartaladas combis las calles de nuestro Centro Histórico de la ciudad, consideradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

“La identidad tiene que ser conocida para ser amada. La identidad son las raíces que tú tienes. Si no las conoces, te da lo mismo ser verde o amarillo”, finaliza Eusebio Quiroz. Pero el amor no puede forzarse, tienen que darse algunas condiciones previas para que lleguemos a enamorarnos de nuestra tierra y no renegar de ella.

¿Me quedo o me voy?
Si la Biblioteca Juvenil Arequipa, esa colección de 10 tomos para fomentar la lectura en los estudiantes, financiada por la asociación civil Cerro Verde y distribuida por el gobierno regional, consta de pura joya del pasado (Jorge, el hijo del pueblo de María Nieves y Bustamante; Peregrinaciones de una paria de Flora Tristán; la poesías de Mariano Melgar): ¿Cómo diablos puede esperar un joven a que le den bola a sus producciones? “No hay mecanismos para que la cultura que promueven los jóvenes se muestre en los medios de comunicación: radio, televisión y prensa”, se queja Mazeyra, quien como joven narrador ha tenido muchas dificultades para poder dar a conocer su obra, esa que cuenta cómo es que entienden el mundo los nuevos arequipeños. “Veo a muchachos que se suben a la C (línea de transporte público) con su guitarra, tocan una canción y ofrecen su CD a la gente que está en la combi. Pucha que valor”, cuenta. Parece que para los jóvenes arequipeños es bien tranca abrirse camino en su propia ciudad.

Por eso a José Luis Vargas le parece importante conocer la visión del joven arequipeño, en relación a las expectativas o sueños de futuro que le ofrece su ciudad. “Arequipa ha ido perdiendo lo mejor de su capital humano en los últimos 30 años, al haber perdido su capacidad para asegurarle al joven que su profesionalización y, por lo tanto, su éxito para la vida está garantizado aquí”, explica. Si no tenemos espacios adecuados en dónde mostrar lo que producimos y pa’ concha ni siquiera nos creemos ese cuento de la Arequipa orgullosa de antaño, no nos queda otra que fugar de acá.

“Hemos seguido con estos procesos identificatorios de ser la capital de la revolución, de la oposición y de la dignidad, pero esto en términos concretos ha ido cerrando las expectativas para las nuevas generaciones”, explica el sociólogo. Pero con sólo sus sueños de revolución, Arequipa no da para más.

Juntos, como saltado de chifa
En fin, hay que ser conscientes de que los tiempos cambian y que no podemos seguir aferrándonos al ideal de una Arequipa que ya no existe, y tampoco podemos tener esa actitud de “me llega Arequipa y su tradición”, como todo buen joven alpinchista de las nuevas generaciones que no cree ni en su mamá. Por trillado que suene: es mejor tener una visión integradora. “Tiene que haber una comunión entre lo que fuimos y el presente. Para robustecer ese pasado con actos que digan: seguimos vigentes, Arequipa sigue siendo cuna de intelectuales”, recomienda Orlando Mazeyra.

No hay a quien “tirarle dedo” por nuestro fracaso como región. Al final cómo enfrentar estos cambios que se dieron en la sociedad arequipeña y cómo hacer de estas diferencias, fortalezas, son cosas que dependen de nosotros y nadie más. “Tenemos una identidad cultural diferente, pero que la estamos cada día mezclando dinámicamente con las demás con las de los migrantes y las de los extranjeros que llegan por los medios de comunicación. No lo rechazamos. Al contrario, estamos abriendo el panorama a una integración con un amplio horizonte”, reflexiona muy optimista Don Eusebio Quiróz.

El reto para esta nueva generación de arequipeños con diversas influencias culturales está en saber cuáles son nuestras raíces para poder relacionarnos con otros y así trabajar en conjunto para la conformación de una nueva Arequipa. Una nueva Arequipa con ciudadanos que tengan una mirada global y no una que se dedique solo a observarse el ombligo.



*Publicado en la Revista Muchapinta Nro. 2
Arequipa, 2010

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